lunes, mayo 18, 2009

Termodinámica de una vida demasiado placentera


Hablando del bucle infinito; ese por el cual el jefe se va con la secretaria (o no), según que la amante de su marido tenga que quedarse (o no) con el nieto del jefe, porque este muchacho no tenga clases (o si) con su profesora, amante del marido de su secretaria.

1) Jefe ---> Secretaria ---> Marido --> Amante -> Nieto --> 1)

Pues resulta que esta historia, que transcurre muy lentamente en la realidad, lo suficientemente despacio como para poder reaccionar y rectificar ante la avalancha de órdenes contradictorias, en Informática pasa de forma extraordinariamente rápida; tanto, como para que los elementos participantes ni se enteren; sobre todo, porque ni siquiera tienen capacidad de discernimiento.

El jefe se va con la secretaria; su marido con la amante, esta no da clases al nieto que se va con el jefe, el cual no se va con la secretaria, ni su marido con la amante que da clases al nieto para que el jefe se vaya con la secretaria, y el marido con la amante; así sucesivamente.

En consecuencia, en la vida real del programa informático “embúclao” se pueden dar todas las situaciones “infinitas” veces: Es decir: Uno se va con la secretaria de congreso “infinitas” veces y, otras tantas, tiene que renunciar para quedarse con el nieto. Tu mujer se va con el amante otras “infinitas” veces de vacaciones y, otras tantas, tiene un comportamiento ejemplar y fiel… ¡Vaya mundo! El problema es que un programa así requiere “infinitos” recursos, chupa toda la máquina que le echen, y se queda solo, consumiendo memoria, proceso y energía. Lo que supone la existencia de una división de clases muy exagerada, porque mientras uno dispone de inmensas fortunas, los demás se quedan en la miseria. (Bueno, podría suceder que uno se hiciera simultáneamente enormemente rico absolutamente pobre, según hicieras o no hicieras tal cosa y los bucles fueran lo suficientemente cortos)

Y, otro problema mayor, es que podrías disfrutar tan intensamente de todo lo que se te ofrece que terminarías hartándose de tanto deleite: harto de ir de congresos y de renunciar a ellos, harto de irse con el nieto y de tener que renunciar a ir, harto de que los demás “privilegiados” del bucle infinito disfruten y se harten de tanta diversión… ¡Cochina vida! ¡Tanto placer corroe...!

En resumen, “embuclarse” parece que está bien si te toca dentro del círculo de privilegiados, pero hay que procurar que esos círculos sean tan amplios que lo abarquen todo, pues lo que queda fuera tiende a extinguirse. Tiene que ser lo suficientemente amplio como para que la próxima vez que te corresponda decidir si vas al congreso (al seminario) con la secretaria haya trascurrido una generación entera.

La vida, la naturaleza, la sociedad, todo ente complejo… son sistemas abiertos que comparten ciclos que se engarzan unos con otros a modo de eslabones para formar cadenas y estructuras cambiantes a lo largo del tiempo, gracias a los cuales mutan, se renuevan, se mantienen, crecen o se reproducen.

A mi lo que menos me gustan son los ciclos diarios. Esa dependencia del movimiento del giro de la Tierra me fastidia. ¿Por qué eso de tener que comer todos los días, más o menos siempre a la misma hora, y levantarnos, y lavarnos y cepillarnos los dientes y desayunar y cenar…? ¡Qué aburrimiento! Los ciclos semanales están mejor porque así tenemos por lo menos un Sábado y un Domingo, pero también acaba uno cansándose de tantos lunes y tantos martes. Son mejores los ciclos anuales: así parece que nacemos de nuevo cada vez que llega la primavera. Muchos animales nacen cada año. Tienen que tener una vida mucho menos aburrida.

De todas formas conformémonos con no estar muy involucrados en los ciclos horarios: si todas las horas tuviéramos que estudiar, trabajar, examinarnos, ir al cine, comer, pillarnos unas vacaciones, echarnos la siesta, dormir y salir de paseo… estaríamos estresadísimos.

Luego está el ciclo de la vida y la muerte. Por ahí si que no paso. Eso no lo entiendo. ¿Por qué tenemos que envejecer y morir? Vale que haya que reemplazar nuestras estructuras por otras más frescas y “mejor versionadas”, pero lo que no entiendo es por qué nuestros cuerpos no rejuvenecen dentro de nosotros mismos. Eso es porque la maldita evolución biológica se ha basado en crear millones de seres para que la naturaleza se encargue de seleccionar los que más se adapten a las circunstancias. ¡Que poca inteligencia o que exceso de humildad! Ahora ya no nos deberíamos permitir esos derroches de recursos. Cuando una estructura envejece deberíamos repararla. Parece más barato. ¿O no…? Tal vez no. Fabricar un coche nuevo parece, a la larga, mucho más económico que reparar el viejo. Y no digamos si habláramos de algo más complejo, como un ordenador o un móvil. ¡Nuestro gozo en un pozo! Vamos a tener que morir.

A ver si va a ser por culpa de los ciclos. Por eso de que vivir mil años sea tan aburrido como vivir ciclos horarios, para no tener que sufrir la desagradable experiencia de cometer los mismos errores mil veces, uno por cada generación que nace.

Sin embargo no todo se repite. Algo queda. Y no solo en apariencia. No solo porque entre tanto ciclo combinado cada instante parezca diferente del anterior. Es que imperceptiblemente esos ciclos van mejorando, generando un orden nuevo o un valor añadido.

¿A dónde queríamos llegar? A que el chiste del bucle infinito no era tal chiste. Es así como funcionan todos los programas informáticos persistentes mientras están cargados y activos en la máquina. Así es como funciona la propia naturaleza, desde las reacciones químicas y los seres vivos a las sociedades avanzadas. (Son parte de las conclusiones que he sacado del libro “Termodinámica de la Vida”, que ya comentamos otro día.)