
Cuando navegamos por internet, sin saberlo, estamos haciendo multitud de bajadas de datos de procedencia variable desde la Red a tu ordenador. ¿Estamos haciendo descargas ilegales? Se trata de información que podemos reutilizar, vender, comprar, cambiar, transformar... o simplemente ignorar, despreciar o desprestigiar. Nadie puede garantizarte la fiabilidad de esa información, su calidad o su validez. Sólo tu mismo.
En la vida diaria estamos leyendo libros prestados, libros de la biblioteca, viendo cuadros en las exposiciones, oyendo música de la radio, de los cantes callejeros, recitales de poesía, representaciones espontáneas de histéricos enfrentados por asuntos de tráfico. ¿Estamos cometiendo descargas ilegales?
Alguien quiere inventar un nuevo crimen titulado “descargas ilegales”
¿Descargas ilegales o posesión ilegal?
Cuando alguien pretende cobrarte por pasear por un lugar donde se está haciendo la representación de una obra de teatro, o por aparcar en un solar de dudosa adjudicación, respirar aire libre o beber agua corriente de cualquier sitio, ¿estás haciendo consumo ilegal, o alguien está haciendo posesión ilegal de un bien que nunca habría de haber sido privatizado?.
De la misma manera, cuando caminas por el campo, por un campo que nadie se haya apropiado, recibes “inputs” constante de proteínas, vitaminas, colores, olores, sabores, vida, energía, polvo, polen, materiales inorgánicos, nutritivos, venenosos, productos biológicos ilimitados... Tu los puedes reutilizar, vender, comprar, cambiar, transformar... o simplemente ignorar, despreciar o destruir. Tendrás que vértelas con la Sociedad que tiene la obligación de regular y arbitrar el uso compartido de los bienes.
Se trata de regular el uso de las cosas de forma equitativa, pero no tiene sentido que esa regulación promocione desequilibrios tan exagerados de modo que, por el mismo trabajo, uno se convierta en un Bill Gate millonario, y otro en un mísero programador mileurista.
Esta interpretación de la justicia no solo habría que hacerla entre personas y equipos próximos, dentro de un país, sino a nivel supranacional, e imponerlo globalmente, afectando tanto a la relación entre las personas entre sí, como a las relaciones entre ellas y las empresas, multinacionales y estados.

Mediante la red, un libro se propaga instantáneamente, no hay consumo de papel, no hay editora, no hay distribuidora, no hay librería ni biblioteca. Yo escribo un libro, lo pongo en mi web gratuita y 3 mil millones de personas lo tienen a su disposición al momento. Coste cero. Sólo tienen que pagarme el tiempo que he dedicado a escribir el libro (dos, tres meses, un año....), pongamos 300.000 euros (que ya está bien), entre 3.000.000.000, tocan a 0,001 euro. Ese es su valor. A partir de ahí podemos hablar. Si alguien consigue engañar a la Sociedad y sacar una sobrepaga de un millón de euros es su problema, a debatir con la justicia de su país o con las leyes aprobadas al respecto por los ciudadanos.
¿Quien puede definir como “ilegal” que yo vaya recitando el poema del mio Cid por la calle enseñándoselo a todo el que se ponga en mi camino?.
La propiedad intelectual ha de ser patrimonio de la Humanidad. Pertenece a la Sociedad en su conjunto, que lo ha posibilitado, lo ha promovido y lo ha patrocinado. Al equipo o a la persona que lo ha creado le pertenece cobrar por el trabajo invertido en producir un valor añadido y ,casi siempre, con independencia de que el producto obtenido haya tenido el éxito esperado o haya sido desplazado por otro más apto o mejor aplicable en el momento concreto. Pero si no se recompensan los resultados fallidos de una investigación o de una iniciativa, no estamos favoreciendo la innovación, pues sabemos que sólo un porcentaje pequeño del trabajo de los nuevos emprendedores resulta exitoso.
La Sociedad ha de recompensar generosamente al que innove, investigue, se forme, aprenda, invierta, cree y promueva nuevas iniciativas aunque no sean exitosas “a posteriori”, pues, de antemano no se sabe la posible penetración y demanda que puedan tener los productos resultantes.