miércoles, julio 11, 2007

Convidados



“Andábame días pasados por esas calles a buscar materiales para mis artículos”, como Fígaro allá por 1832, “embobado” y ensimismado en mis pensamientos salvo que “algún tropezón me recordaba de cuando en cuando que para andar por el empedrado de Madrid…” o por el de Santo Domingo en 2007, con esos agujeros profundos, a semejanza o imitación de las minas de ambar o de larimar, bien se requería prestar un poco más de atención al entorno. Atención a esos agujeros profundos institucionalizados, o no, hundidos o sobresalientes; los primeros debidamente calculados para poder atrapar una rueda de coche justo hasta la mitad.
Los segundos, los que sobresalen no son guardias tumbados, ni sargentos cabreados, sino generales del ejército, según el conductor de la guagua. Y deben de serlo por la autoridad que imponen sobre los intrépidos conductores de la capital.
No confundamos, tampoco, a estos generales con baches o pozos estratégicamente posicionados en las encrucijadas de caminos; estos constituyen verdaderos ejércitos de soldados que hacen las funciones de rotondas para limitar la velocidad de los vehículos en aquellas intersecciones más transitadas, facilitando de esa manera la subida y bajada de viajeros.

Y “llegaron las dos, y como yo conocía ya a mi amigo Braulio", así se podría llamar también el jefe del Atarazana, restaurante venido a menos y mantenido por la casualidad de encontrarse situado justo al lado de la Casa de Colón, en ese preciso sitio en el que el turista agobiado por el cansancio, el calor y la humedad acaba su periplo, buscando desesperadamente “aire” acondicionado “gratis y con descuento equivalente”, descanso, comida y lo que le den de comer a uno.

“No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron de aquella casa, entre las cuales no era de despreciar todos los amigotes de la oficina con su señora y sus niños, y sus capas, y sus pararaguas, y sus chalecos, y sus perritos [..] Vengamos al caso; dieron las cuatro y nos hallábamos todos los convidados…” en el mismo restaurante de hacía 6 años; con los mismos cuadros; con el mismo aire acondicionado; con las mismas mesas y las mismas sillas; pero con buffet. Algo tenía que haber cambiado. Había cambiado el indicador de la economía; ese baremo invisible que se percibe en el ambiente; en el comportamiento de la plantilla… pero no se ve; se siente. Y ahora ese indicador está apuntando hacia abajo. Barrunta tormenta.

Sin embargo, a esos signos nadie debe dar crédito, porque son subjetivos; pueden cambiar en días y son demasiado dependientes del estado de ánimo de las personas…

“-Supongo que hemos de comer –exclamó don Braulio -vamos a la mesa, querida mía.

-Espera un momento –le contestó su esposa casi al oído- con tanta visita he faltado algunos momento de allá dentro y…”

-Aquí tenemos un buffete, con toda la variedad que ven, y más que se está haciendo en estos momentos…

-Bueno, si es lo que recomiendan ustedes… Pero… ¿La carta?

-Si, si, la carta, por supuesto, también tenemos carta, pero nuestro buffet…. Que recomendamos… Todo incluido por 300 pesos. Pasen y vean antes de ver la carta….

-Bueno, pues...

Buffete para todos menos para uno que está aún flojo del mal de Moztezuma y se ha pedido un pescadito a la plancha sin nada, llegue cuando llegue.

Ya estábamos terminando los del buffete y el de la carta tuvo que levantar la voz para indicar: “tengo hambre”.

Pues si; creo yo, estos son signos de decadencia, corroborada por el experto y veterano camarero cuando se nos ofrece como mayordomo para venirse con nosotros a asistir en nuestras mansiones españolas.

-¡Como no sea para cuidar mis dos macetas de terreno que tengo en la terraza…!- puntualiza Rosa.

No te precipites, me digo, esto no puede ser así; será de otra manera; no se debe generalizar. Pero si es una cuestión de percepción, y cuatro ojos ven siempre más que dos, yo pongo los mios, aunque sean de vista cansada y me obstino en describir los hechos observados y compararlos con cualquier otra escena similar aunque sea de otra época y otro pais.

“-Ustedes harán penitencia señores –exclamó el anfitrión una vez sentado-; pero hay que hacerse cargo de que no estamos en Ginieys- frase que creyó preciso decir. Necia afectación esta, si es mentira, dije yo para mi; y si es verdad, gran torpeza convidad a los amigos a hacer penitencia”

Penitencia no hubo porque eso aquí ya se extinguió, pero paciencia en su lugar no faltó, para pagar sin rechistar la “dolorosa” en dolores o dolares, por la subsodicha cantidad presupuestada incrementada en un 50% a causa de las cervezas Presidente. ¡Vaya ironía! ¡Aquel que está hundiendo la economía quiere salvarla a costa de cervezazos!

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