lunes, diciembre 12, 2005

Bocadillos clandestinos


Hoy he estado en el mercadillo del lugar sin nombre. Un lugar vivo mientras dura, activo y de fuertes contrastes. Especialistas en vender; especialistas en pregonar el producto ofertado. Pecios bajos. Calidades variadas. Vendedores profesionales y vendedores aficionados. Legales e ilegales. Clientes ricos y clientes pobres. De todo.

Yo odio ir de compras. Voy siempre de paquete. Y para sobrevivir tengo que organizar mis aventuras paralelas. La de hoy ha sido la historia de los chorizos clandestinos.

Lo que más me impresionó del mercadillo fue el exquisito olor a chorizo a la barbacoa que de vez en cuando te abordaba. Olor rico y penetrante que tras calarte la nariz provocaba la confabulación del estómago con el cerebelo y el intestino. En la conjura tus piernas eran reconducidas hacia el lugar de procedencia del aroma.

Cuando llegas al sitio no ves nada. Y sigues olfateando como un perro. Percibiendo el olor pero sin distinguir el lugar exacto donde se oculta el agradable manjar. Te entretienes haciendo algunas compras. Vas y vienes y de nuevo te llega el mismo olor, la misma tentación. Ya no puedes aguantar más y ves a un conciudadano degustando un suculento bocadillo de chorizo. No estas confundido. Sigues viendo más y más degustadores. Llegas a la convicción de que han de estar vendiéndolos en algún sitio. Preguntas al fin y te orientan; “aquí mismo, en el chiringuito de las bebidas”.

No te lo puedes creer. Pero según te aproximas vas observando y asegurándote, no solo por el olfato sino por la aparente hilera de personas para comprar algo, por los nervios de la vendedora jefa y el buen orden y sincronización de movimientos de los empleados, así como por el manejo de las bolsas de plástico. Pero los presuntos bocatas brillan por su ausencia.

-Me pone dos bocadillos. ¿Cuánto es?
-Dos euros.

Calentitos y recién hechos.
Te lo sirven en una bolsa de plástico y te recomiendan abrirlos lejos…

¡Es increíble como se pueden fabricar chorizos a la brasa y servirlos en bocadillos en una tienda de mercadillo sin que se vea una sola brasa, ni un solo bocadillo, ni un solo trozo de pan! Sólo el olor les delata. Olor que servirá de prueba acusatoria cuando en el jurado se admitan sujetos de raza canina.
El ingenio que se desarrolla ante lo prohibido es extraordinario.

Los bocatas estaban aún más ricos de lo que pronosticaba el olor.

La numerosa vigilancia existente no parecía percibir nada anormal. ¿Cuestión de prioridades? o falta de alternativas y de competidores legales que lo denuncien.

Parece evidente que si quieren impedir la venta pueden hacerlo cuando quieran. No tienen que estar haciendo pasar por “para-legal” o “consentido” algo prohibido.

O lo permiten o lo impiden con todas las consecuencias.

Cuando ves una señal de prohibido aparcar en una calle llena de coches estacionados la primera idea que se te viene a la cabeza es “esa señal está mal puesta”. La siguiente es: “¡Vaya negocio el de Tráfico o el del Ayuntamiento poniendo mal las señales!” Y la última es: “¡Que vergüenza! ¡Más les valdría a esos gestores dejar de dictar normas que no se pueden cumplir o que se van a dejar sin sancionar!”.

Si las leyes que regulan el negocio avergüenzan a quienes las han dictado que las cambien y las adecuen. Las leyes se hacen para regular las realidades. Y si no lo saben hacer que dimitan para que otros más capaces lo hagan en su lugar.

Esto es un anacronismo con independencia del motivo que lo cause. No debería ser cierto lo que dice Pepe de que “las leyes, como las mujeres, están hechas para ser violadas”.

Todo lo contrario. No debemos consentir que se improvisen ‘leyes’ en virtud de las cuales ‘ciudadanos normales’ mutan automáticamente a ‘delincuentes’.

Pero los bocadillos poseían, además, ese ingrediente de rebeldía y ese toque de sabor a lo prohibido que te transporta a la gloria a la vez que facilita el incremento global de las ventas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Buen provecho!!

Bien te debió sentar el bocadillo que tanto te ha inspirado para acabar criticando las leyes. He de reconocer que el post me ha abierto el apetito, debe ser que es la hora de comer...