viernes, abril 28, 2006

Nosotros ‘Los camuflados’

Tomás Martín Tamayo en Extremadura al día :: Periódico digital de Extremadura - Los camuflados dice que "en la personalidad de los que escriben anónimos y opinan bajo el camuflaje de alguna cortina, debe haber una patología extraña". Piensa que somos enfermos psíquicos "porque no se entiende el placer que pueden sacar violentando a una presunta víctima que los ignora u opinando sin atreverse a defender su opinión con nombre y apellidos".

Debe ser terrible sentirse criticado sin saber por quién. Injuriado sin ningún fundamento. Pero yo creo que enfermos están los que sienten placer violentando, tanto el que lo hace escudándose en el anonimato de la red, como el que lo hace utilizando su propio nombre o respaldado por una institución.

Muchos somos los que nos sentimos más anónimos utilizado nuestra 'verdadera identidad' que usando un nick o seudónimo al efecto, normalmente adaptado a la discusión o al tema de debate. Utilizando un nombre falso podemos identificarnos más con la víctima, defender su posición y sentir el problema en sus propias carnes.

"Pero el colmo de los colmos es que el camuflado, el escondido, el encapuchado, además de ocultarse cobardemente, se permita censurar a los que vamos por la vida poniendo la cara y firmando nuestros aciertos y errores".

Seguramente. Pero sucede que todos somos anónimos. Unas veces más y otras veces menos. Más anónimos e insignificantes que una miserable hormiga.

Pocos somos los que tenemos que salir a la calle ‘camuflados’ con las gafas de sol bien puestas y una barba postiza crecidita, para evitar asaltos indiscriminados y agresiones e insultos de esa muchedumbre de gusanos que se llama gente. Necesitamos imperiosamente recluirnos en la oscuridad de nuestra habitación y vengarnos, desahogándonos a 'postigazos' contra todo osado se aventure a lanzar ‘su reto del día’ en aras a recolectar accesos y lecturas.

Es que no nos podemos estar callados.Tenemos que compartir opiniones.

Pero también hemos de impedir ataques, insultos y agresiones tanto cuando somos anónimos como cuando somos personal 'público'. Es un trabajo de todos.

"Viene esto a cuento porque ahora, con mucho retraso, -continúa Tomás Martín Tamayo- me entero de que tras solicitar al director de EXTREMADURA AL DIA que los que quisieran dar su opinión sobre mis artículos deberían identificarse, como lo hago yo, me llovieron chuzos de unos cuantos "escondidos", con la ridícula disculpa de que yo estaba cercenando la libertad de opinión".

Son unos insensatos. No saben que dentro de un escritor hay una persona. Ellos sólo se fijan en que detrás de una persona puede estar un poder fáctico o una institución (empresa, partido político, administración, multinacional…)

Cada vez me aferro más a la idea de que deberíamos estar contentos cuando alcanzamos un porcentaje de aciertos en nuestras opiniones superior al 50%. Nos creemos siempre que lo que decimos es rigurosamente cierto. Si alguna vez sospechámos que podríamos estar equivocados, jamás admitiríamos haber superado la cota del 50% en fallos.

El problema está en que no hay quien mida el porcentaje de aciertos que tenemos cada uno.

Para validar nuestras opiniones no vamos a tener más remedio que enfrentarlas, exhibirlas y contrastarlas con las ideas y los pensamientos de otros. Eso es Internet. Nunca antes habíamos disfrutado de esa oportunidad: pensar detenidamente, razonar, opinar y contestar a otras argumentaciones racionalmente. Libres del componente pasional de las tertulias. Abstrayendo el aspecto emotivo y sensiblero de las relaciones personales. Y, más aún, sobreponiéndose al interés personal del lucimiento egoista, para escalar en la jerarquía social o ganar reconocimiento y estatus, con sus consiguientes recompensas económicas.

Sigue diciendo Tomás que: “Jamás he limitado la libertad de expresión a nadie y defender la mía me ha costado y me cuesta cada día, porque son muchos los inconvenientes y zancadillas que hay que superar para ponerse delante del papel, o de la pantalla del ordenador para decir lo que uno piensa, con todo lo que eso conlleva.”

Eso podría ser ya una falta de libertad: Autoimponerse y condicionarse a tener unas ideas fijas como si las ideas fueran activos u objetos comerciables, de intercambio, de su propiedad. Las ideas, creo yo, tampoco son inmutables, ni verdaderas, ni eternas.

“Opinar –dice- es un riesgo voluntario, porque nadie nos obliga, por eso resulta patético, ridículo y nauseabundo que algunos listos pretendan "nadar y guardar la ropa" opinando pero sin la contrapartida del riesgo consiguiente y sin comprometerse con lo que escriben.
Personalmente –continúa- agradezco a los que se toman la molestia de leerme, opinar o discrepar de mis argumentos, pero en igualdad de condiciones. Yo soy yo con todas las consecuencias, en todas las circunstancias, y asumo la responsabilidad de lo que digo y lo que hago, pero no tengo que tolerar el juego sucio de los que quieren estar sin estar, decir sin decir y opinar sin opinar, tirando la piedra y escondiendo la mano. Al final nada de lo que decimos sirve sino lleva el marchamo personal, el sello, la identificación. Ya se sabe que, en ocasiones, es más importante quien dice que lo que dice y, desde luego, no seré yo el que se pare a escuchar discursos desde detrás de un pasamontaña. Se supone que los embozados son los de ETA y me ofende que para discrepar conmigo tenga nadie que ocultarse. En el fondo yo creo que se ocultan de si mismo. Vamos, que les da vergüenza opinar lo que opinan y escribir lo que escriben.”

Estoy, sin querer, trascribiendo todo el artículo de Tomás Martín Tamayo. ¡Es tan fácil con estas tecnologías modernas hacer un copy-paste! No es mi intención plagiar ni robarle las ideas. Tampoco sé si estoy infringiendo alguna norma. Mi intención no es atacar y mucho menos faltar al respeto por lo que él piense. Pero necesito puntualizar hechos que tal vez hayan pasado desapercibidos y que puedan ser tan correctos como los suyos.

Hay determinadas ideas que se comparten o no se comparten con independencia del grado de anonimato de quien las defiende. Hay muchos que cuando no saben contradecir las opiniones de otros, atacan por el lado personal. Y eso no se debe hacer, tanto si se es anónimo como si se es un personaje de renombre mundial.

¿A dónde voy yo?,¡pobre de mí!, ¿a defender qué? ¡si yo no soy nadie! ¡Ah! Pero si tuviera carrera y currículum, mis opiniones podrían tenerse en cuenta. NO ES ESE EL CRITERIO a mantener en el MUNDO DE INTERNET. En Internet hay que crear nuevas normas de conducta: Son personas dignas de consideración las que no insultan, ni denigran, ni violentan; las que saben escribir (de suficientes ayudas técnicas disponen para no confundirse), las que aportan ideas, las personas creativas, las que cuando hacen 'copy-paste' mantienen la referencia de la fuente original, las respetuosas con las opiniones de los demás...

Lo que yo pedí al director de EXTREMADURA AL DIA es tener respecto a los supuestos discrepantes los mismos derechos que ellos, es decir, saber quienes son, para que no haya agravios comparativos ni indefensión por mi parte. ¿Es esto cercenar la libertad? ¡Algunos hablan de libertad y no son capaces de salir de su jaula!”

Yo me debería sentir ofendido porque “pertenezco a” y “poseo en propiedad” la idea de que “escudarse en el anonimato” es una defensa o coraza con la que podemos enfrentarnos al mundo de vez en cuando, de la misma manera que el guerrero precisa muchas protecciones para enfrentarse a un mundo que le quiere matar sin saber a cuento de qué.

No nos podemos enfrentar al mundo de las instituciones, multinacionales, administraciones y ‘otras entidades’ a pecho descubierto. Es una pena, pero a muchos periodistas y escritores ‘de los de antes’ se les identifica como portavoces de las instituciones que tienen el hábito de machacar y explotar al individuo, y este, el individuo, se defiende “escudándose”. Y si le dan opción, contraataca.

Cuando una persona se identifica con nombre y apellidos, lo que está haciendo es exhibir una certificación de pertenencia a un ente social. Por lo tanto, ya no es ella misma, sino un agente de la entidad a la que representa, de la institución que, a su vez, actúa de respaldo y apoyo hacia esa opinión que quiere defender o imponer.

No están criticando a Tomás; están criticando a esos poderes mediáticos que tienen miedo de que se les escape el control de la opinión pública y lanzan a sus aguerridos guerreros a pecho descubierto a estamparse contra ese atajo de vándalos incontrolados que somos los ‘anónimos’.

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